Cuántas veces no hemos visto esas fotos
donde sólo salen los hijos, la casa o a veces hasta papá? Quién toma esas
fotos? Quién captura esos momentos que tanto se disfrutan y que los recordamos
con amor? La que se aseguró de que las niñas salieran peinadas y los niños con ropa limpia? Quién es esa persona que hace todo aquello posible?
Últimamente yo me he sentido como la
persona que toma esas fotos...
Para los que me conocen, sabrán que soy una
persona que le gusta platicar con todos. Como a muchos, si me cuesta al
principio sentirme segura pero con el tiempo he aprendido que la seguridad es
más importante que llegar si nada.
Me convertí en madre en un país que no es
el mío, aprendí prácticas nuevas y que no son con las que yo crecí. No he tenído una mamá a mi lado todo el tiempo para enseñarme cómo hacer
las cosas o cómo reaccionar a ciertas situaciones y lo poco que la tuve, la relación entre nosotras tuvo mucha fricción.
He aprendido poco a poco, leyendo o como mi
razón me da a entender. No soy la primera ni la última en estas circunstancias, de hecho miles de millones de mujeres están igual que yo. Todas creemos que lo estamos haciendo bien, porque aunque es
agotador y a veces nos produce muchas dudas, vemos que nuestros hijos están creciendo sanos, con valores y felices.
Vivo en una casa con 4 personas más, 3 de
ellas están casi todo el tiempo conmigo; aprenden de mi y yo aprendo de ellas. Platicamos
de todo y de nada, pero aún así, me siento sola.
Nunca he sido muy apegada a mi familia de
origen. La amo y es reconfortante saber que existen, pero en general nunca
hemos sido de esas familias que hacemos muchas actividades juntos.
Cuando me fui de mi país, dejé dos grupos
de muy buenas amigas, las de la escuela y las de la Universidad. Las extraño a
todas y cada una de ellas tiene algo especial que me hace añorar. No es lo
mismo desde que me fui, los grupos han cambiado, los hijos han llegado, los
trabajos han dado más cargas y las casas se han distanciado. Aún así cada que
las veo es como si todo siguiera igual.
Recuerdo y añoro.
Hoy soy una madre de tres, pero
constantemente me siento sola. Mi vida se ha convertido en un constante limpiar,
recoger, cocinar, lavar y organizar actividades para que mis hijos se mantengan
entretenidos. Mi cabeza está revuelta y no consigo pensar de forma coherente.
Mi vida es mi casa y aunque soy muy agradecida por poder pasar
tiempo con mis hijos, verlos crecer y educarlos como yo quiero, también anhelo
aquello que alguna vez soñé siendo más joven. Estoy cansada, la maternidad ha sido muy intensa para mi.
Hoy necesito a alguien con quien hablar,
con quien expresar mis frustraciones. Que me entienda y que me apapache. No
quiero hablar de niños, quiero reirme, quiero gritar, quiero desahogarme.
Si me siento invisible es porque muchas
veces lo somos. Nuestros hijos son nuestra prioridad y lamentablemente nos
olvidamos de nosotras. Lo veo en el parque, cuántas mamás que estamos detrás de
nuestros hijos cuidándolos para que no se lastimen, unas solamente con uno y
otras partiéndose en varias para abarcar a todos sus hijos. Lo ves en la mirada,
en sus expreciones. Ese pensamiento de soledad. Esa necesidad de platicar. Voltean la cara para observar aquellas mamás que sus hijos ya son grandes y
que tienen un espacio para conversar. La sonrisa empática cuando alguna de
ellas rie a pulmón abierto y que de alguna forma nos contagia con su plática.
Ser mamá es una dicha pero también es un
constante recordatorio de la fortaleza que necesitamos para sacar a nuestros
hijos adelante. Por eso hay grupos de apoyo, no todas reciben la maternidad tan fácil y aunque amemos a nuestros hijos, creo fielmente que es totalmente natural cuestionarnos si la maternidad es para nosotras.
Hoy no me siento fuerte, hoy no me siento
con buena cara. Hoy si me ves, platica conmigo, cuéntame un chiste. Recuerda
que antes de ser madre, también soy una persona con sentimientos y necesidades.
Somos fuertes, porque ser madre requiere de
una fortaleza que muchas desconocíamos que teníamos. Así que si ves a alguna mamá
en el parque sola, acércate a ella, nunca sabes si de ahí puede salir una
bonita amistad, alguien con quien platicar y reirte, aunque sea por los 5
minutos más que les dijiste a tus hijos.
M.
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